Por Guadalupe Cruz Jaimes
México, DF, (CIMAC).- La presión social y familiar para que las mujeres sean madres es âmuy fuerteâ; el mensaje es claro: âno te pierdas esa experiencia, ten un hijoâ, âte vas a arrepentir, aún estás a tiempoâ, señala Iris, de 36 años, originaria de Xalapa, Veracruz.
â¿Cómo puede ser que no quieras tener hijos?â, me pregunta la gente cuando les digo que no deseo ser madre; algunas veces no me creen y piensan que físicamente no puedo ser mamá y cuando se dan cuenta de que de veras descarto la maternidad me acusan de âno querer sentar cabezaââ, refiere.
Los cuestionamientos âvienen sobre todo de las mujeres que me rodean, dicen que soy cobarde e irresponsable por no asumir una vida completa, en familia con hijosâ, indica Iris, socióloga de profesión.
âEl discurso que ensalza la figura de madre abnegada y sataniza a quienes no tenemos hijosâ está también en los medios de comunicación, donde âlas no madres aparecemos como frívolas, libertinas, casi deshumanizadasâ.
âEsa agresión fue muy clara en una reunión con amigas de la infancia, todas me insistieron que fuera mamá. No respetaron mi postura, hicieron una especie de alianza y me sentí violentadaâ, lamenta Iris.
La mujer, quien desde hace siete años trabaja en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), relata que ha tenido fuertes discusiones por defender su punto de vista.
Mientras más te acercas a los 40 años de edad, âla presión aumenta, creen que se âva el último tren del embarazoâ y mis compañeras de trabajo, las mujeres de mi familia, de pronto llegan con información de tratamientos de fertilidad o me hablan de sus maravillosas experiencias como madres, para hacerme cambiar de opiniónâ.
âEso no me pasaba a los veintitantos, en ese entonces sólo me decían que estaba loca, en mi casa estaban convencidos de que cambiaría de opiniónâ. Para Iris su deseo por permanecer sin hijos sigue firme.
âPara muchas mujeres, casi todas, la maternidad se espera como algo que dará sentido a sus vidas y reconocimiento social, pero a mí me parece que pierden su vida propia y eso me asustaâ, observa.
âMis amigas y conocidas con hijos creen que mi elección es egoísta, yo pienso que es más egoísta tener un hijo por tenerlo y no darle lo que necesita, porque tengo claro que mi prioridad son otras cosasâ, menciona Iris, quien vive en pareja desde hace cinco años.
Su esposo también ha sufrido la presión por no tener hijos: âSus amigos le dicen, âen juegoâ, â¿qué no puedes hermano? Te ayudo si quieres. ¿Te enseño?â. íl sólo les sigue la broma para no discutir, pero me doy cuenta de que no le hace mucha graciaâ.
De todas las formas de presión por procrear, âla que más me pesa es la de mi mamá, siempre nos dice que quiere tener un nieto y que ella lo cuida; la veo tan ilusionada que me cuesta decirle que noâ.
La familia de mi esposo me ataca sutilmente por no tener hijos, añade Iris. âAhí ponen en duda mi fertilidad, la de él nunca, y creen que no lo acepto, al principio eran muy hirientes, me juzgaban por cambiar algo tan sagrado como los hijos por mis libros y el trabajoâ.
Después de varios disgustos âparece que van asimilando la idea de que somos una pareja diferenteâ, concluye.