QUIӉN ES PEDRO VALTIERRA RUVALCABA

Profr. Y Lic. Catarino Martí­nez Dí­az.

Decir que es trotamundos serí­a decir poco, pero resaltar que es fresnillense y zacatecano es decir mucho, sobre todo para nosotros que estamos necesitados de hermanos así­, de compañeros así­ que salen para conquistar el mundo, y vuelven para retomar el diálogo, mirarnos a los ojos a cualquier hora sin contratiempos y sin arrepentimientos. Su obra es un fuerte testimonio de lo que nosotros no vemos, o más bien de lo que a veces callamos. No lo hacemos siquiera para exaltar la belleza de nuestro territorio que tiene los celajes mas azules del mundo y los amaneceres más coloridos de México, pero nosotros, nosotros ni siquiera lo pregonamos. No pocas veces nos faltan palabras para encausar una denuncia, o para registrar las calamidades sobre los campos que mueren de sed, y con ellos todas las esperanzas.

Su vida es como nuestra tierra, la de él comenzó en 1955 y ahora, es reveladora de los más impresionantes secretos, sentimientos que algunos quisieran ocultar pero  que su lente, los saca del “Cuartoscuro” como ya alguna vez lo hizo su paisano Goitia, y su paisano Ponce y muchas veces su colega Gabriel Figueroa. Su obra misma es como el claroscuro del camino, que no tiene lí­mites y no sabemos en ocasiones a hacia dónde va, pero continúa hasta perderse en una dimensión llena de horizontes. Así­ es Pedro Valtierra, profeta y guardián que ha recorrido todas las páginas de los rotativos, al ritmo frenético del mundo y hasta de la luna misma, que hace poco, vio morir a su intrépido seductor quien viajando desde aquí­, osó en intrépida aventura hasta mancillar su nombre y su suelo, pero consiguió que saltara en el viaje cósmico la humanidad entera. “El Cuartoscuro” de Valtierra tiene las palabras de alerta, como una “Imagenlatina” que reconoce sus orí­genes y pregona en el ánimo de Ví­ctor Roura; mira con esos ojos que acumulan retratos de ayer y hoy, convulsiona La Fototeca que imitó su nombre, y hace latir el corazón de una ciudad de piedra, que es de color rosa porque la entraña la hizo así­, pero multicolor porque su lente, es tan mágica como la policromí­a del arcoí­ris, recupera el “El Poder de la Imagen” y abre cauces a “La Imagen del Poder”.

En esa incansable tarea, su vida está llena de imágenes que por sí­ solas han aprendido a hablar en silencio, y frente a nuestros ojos murmuran con estridencia, no pocas veces estremecen con sus lenguajes, para embellecer el paisaje de nuestra tierra, mágica como la vida misma o hasta para reprochar la injusticia. Su historia también es así­, como los migrantes, como los andadores de la prolongada vereda que comenzó en la parcela y fue a toparse con el muro de la ignominia, con el atrevimiento de haber salido desde el mí­tico terruño donde las piedras, se derretí­an con el sol para entregar la plata cuya riqueza se iba a España, pero jamás se quedaba para mejorar la choza azotada por los vendavales, ni el camino desgastado por las plantas descalzas de los pastores, ni la sequí­a que apagaba el paisaje y ausentaba a las grullas.

Desde entonces “El Cuartoscuro” no resiste el silencio, mucho menos el anonimato porque aprendió a emerger de sus entrañas, se yergue como la escultural “Diosa de la Luz” y avista las encrucijadas de nuestros hermanos migrantes, sí­, de los miles de zacatecanos que llenan las páginas estadí­sticas del Doctor Rodolfo Garcí­a Zamora, y el análisis a conciencia de Raúl Delgado Wise para que despertemos a tiempo. De los zacatecanos que deciden montar la vereda y transitar ocho noches de marcha presurosa, donde la serpiente asecha y el norte paraliza. Así­, caminando bajo un paisaje lleno de estrellas, pero que es el reflejo en la bóveda de nuestro cielo, del rostro angustiado de ellos mismos, porque en la larga travesí­a no todas llegarán, no todas brillarán, algunas habrán caí­do y en la inmensidad de la jornada, irán quedando calcinadas en la derrota que dejó la travesí­a a medio desierto, así­ concluye la tragedia como las “Arenas de Esperanza” que en la entrañable Tijuana, esperaban quizá no un sepulcro, sino al menos una cruz, porque el recuerdo, el recuerdo ya estaba escriturado Pedro Valtierra.

Ni siquiera La Encrucijada del Muro de Berlí­n, o la Muralla Palestina tienen diferencia con la que levantan los vecino del Norte, y en Múnich así­ lo pregonaron en 1994, porque Pedro Valtierra con su lente, les ilustró las conciencias en plena efervescencia de ellos que hicieron caer el ominoso “Muro de Berlí­n”, para que todos viéramos desfilar la libertad sobre la “Puerta de Brandemburgo” y los “Vientos de Cambio” modificaran la “Sinfoní­a Agridulce”. Hasta el memorable Pepe Pagés lo celebró en su sepulcro y nos dijo que “Siempre” ha sido aprendiz de Valtierra, y en la meticulosa Europa ni siquiera el Rey Juan Carlos de España ocultó sus sentimientos para recordarnos en voz alta, que tenemos un hermano llamado Pedro Valtierra, que está hecho de luces y libertades. Que “La Casa de la Américas” abrió sus puertas, allí­ mismo en el atormentado corazón de La Habana, para que Valtierra con sus imágenes, complementara las crónicas de Eduardo Galeano y surgiera la razón sublime del reconocimiento público.

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