Por: Gabriel Contreras Velázquez
Mientras la diputada fresnillense, Iris Aguirre, pone a prueba las condiciones en que la plaza pública recibirá la próxima elección presidencial en México durante 2018 –específicamente en lo que respecta a las relaciones de nuestro país con Estados Unidos- un debate se mantiene en el subterfugio de la república de las opiniones.
Esto sucede en buena medida debido a que la mayoría de los medios de comunicación zacatecanos han entrado al vaivén de sopesar “el escarnio”, “los reproches”, “el linchamiento” de la población y los opinólogos sobre la imagen de la diputada, antes que aterrizar el tema que la legisladora no supo –para bien o para mal de ella misma- proponer a la agenda pública.
Claro, obvian a conveniencia la necesidad de advertir que las redes sociales no funcionan bajo la misma lógica (primordial) de redituabilidad de los distintos negocios particulares responsables de auscultar la vida pública -a favor de los actores políticos cuando el compromiso económico lo amerita, en contra cuando dicho compromiso se encuentra ausente.
Sucede entonces que nadie reparó en que la naturaleza radical de las posturas de la población sobre manifestaciones pro-Trump o anti-Trump, es una herencia de la pasada elección en el país vecino. Y sobre esa herencia extremista es con que ahora dibujamos una nueva realidad que afecta al desarrollo del país.
Muestra de ello es que, apenas habían transcurrido unos días después de conocer los resultados que le dieron al nacionalismo estadounidense el espacio privilegiado de la toma de decisiones políticas, cuando en México ya teníamos foros de análisis y consulta del “fenómeno Trump”, posturas políticas (particularmente la de los aspirantes a la presidencial de 2018) en contra de las actitudes -igual de intolerantes que las- del nuevo presidente norteamericano, prontos ostracismos a la pervertida democracia del país vecino. Nadie -o casi nadie- prestó atención a la situación que dentro de nuestro territorio crecía: nos hallábamos ya reeditando el encono de las distintas mayorías y minorías al otro lado del Río Bravo.
Y es justo en ese contexto en que la diputada Iris Aguirre, tomó la tribuna para dar un posicionamiento sobre los resultados de una elección en otro país, sin dejar en claro con qué finalidad manifestaba su postura particular acerca de la campaña del republicano neo-proteccionista, Donald Trump. La situación no quedó allí. Días después llama a una conferencia de prensa para ahora proponer que se desdecía de sus anteriores aseveraciones y ofrecía perdón a todos quienes se hubieran sentido aludidos u ofendidos.
Vaya, imagine usted que si la fresnillense formara parte del equipo de campaña (ahora equipo de transición) del nacionalista republicano Donald Trump, muy probablemente le hubieran mostrado la puerta de salida inmediatamente después de negar las declaraciones que antes había hecho suyas. Indiscutiblemente, el Partido Republicano en Estados Unidos no ganó la elección pidiendo perdón por sus posturas radicales, ni por proponer mesura y arrepentimiento a las ideas que inculcaron en sus votantes.
Probablemente la inquietud que pretendía expresar la legisladora era que en los Estados Unidos la mano de obra mexicana, abaratada debido a la optimización de los costos de producción de las empresas transnacionales, había limitado la oferta de empleo de los norteamericanos “puros”, quienes ahora preocupados por su situación de empobrecimiento y desocupación laboral, proponían una reconstrucción de los acuerdos internacionales que facilitaban las condiciones de depauperación y privación en que se encuentra la mayoría anglosajona en aquél país.
Evidentemente, este vuelco hacia el proteccionismo nacional en nada mejora las condiciones de distribución del ingreso promedio, pues el sistema político y financiero norteamericano aún facilita la inequidad en la acumulación del capital. El uno por ciento de la población sigue monopolizando la economía de ese país y del globo terráqueo. El proteccionismo sólo modificará las reglas con que la mayoría anglosajona (y pseudo anglosajona) se fortalece como clase media, restando poder adquisitivo a otras minorías (afroamericanos, latinos y asiáticos). Paradójicamente, entramos a una etapa histórica en que la clase media se preocupa por quién acumula más ¡el mismo ingreso!
Imagino pues, que la suerte de la desafortunada diputada le jugó las malas. Quiero creer (como sus abogados mediáticos lo creen) que sus preocupaciones se dirigían a abrir el tema sobre las nuevas condiciones de la distribución de los ingresos y el poder adquisitivo en la clase media de los Estados Unidos. Y que ella, en su fuero interno, está totalmente segura de que la lógica proteccionista vencerá a la economía global.
Lástima que sus argumentos hayan encapsulado el fenómeno de la delincuencia en aquél país como situación privativa de los mexicanos. El mismo razonamiento deductivo que, por cierto, utilizan y utilizaron los anglosajones durante siglos, para justificar la inferioridad y exclusión racial sobre los afroamericanos.
Pero probablemente Iris sólo sea una republicana extraviada en Zacatecas. Tratemos de entenderla así.
Twitter: @GabrielConV