Indígenas oaxaqueñas tienen más riesgo de morir durante el parto
Por: Citlalli López Velázquez, corresponsal
Cimacnoticias | Totontepec Villa de Morelos, Oax.- Miguel se apresura a pasar el mezcal. Lleva bien abrazada la botella porque es sólo un poco más grande que las fuerzas de sus 12 años de edad. “Tome usted un mezcalito”, ofrece a los visitantes apenas a dos pasos de haber ingresado a la vivienda.
Arrullado en hamaca duerme Luis, su hermano de dos meses de nacido. “Si no quiere el mezcal, tírelo en la entrada de la casa”, instruye al ver los rostros perplejos ante la invitación.
En Totontepec Villa de Morelos, municipio de la zona mixe, cuando alguien llega a casa en donde hay un bebé recién nacido se ofrece un trago a la tierra como forma de brindar y bendecir al nuevo ser Ayuuk jä äy, explica Reyna Elena Fernández Cabrera, madre de Miguel, Luis y de otros tres pequeños más que juguetean en la casa.
Reina, es una mujer de 30 años de edad casada desde los 18. Es dedicada a las labores del hogar y al cuidado de los hijos. Hace tres meses parió al más pequeño, quien nació ayudado por tía Flora, la partera tradicional.
Otros tres de sus hijos lo hicieron de la misma manera porque el hospital más cercano a la comunidad está ubicado a tres horas en vehículo sobre una carretera que vive entre derrumbes y deslaves. Sólo el segundo hijo nació en hospital en medio de dificultades económicas y geográficas para llegar a tiempo.
Por ser su quinto embarazo, Reyna habría de ser atendida en el Hospital de Villa Alta ubicado en la Sierra Norte de la entidad. Le advirtieron que era una labor de alto riesgo.
“En mi último embarazo, como ya era el quinto, me dijeron que tenía que atenderme en el hospital y no con partera, de hecho aquí como que lo prohíben un poco. Yo no sé si soy necia o no pero yo me quedé en casa”, expresa.
El día en que Luis nació era fin de semana. La clínica de la comunidad se encontraba cerrada. Debido a la relativa rapidez que caracterizaron sus anteriores partos, Reyna estaba segura que si viajaba al hospital, corría el riesgo de que su hijo naciera en el camino o que algo se complicara y no tuviera ayuda cercana. Decidió no aventurarse y dejar su vida en manos de doña Flora.
Comparadas con las mujeres del norte de México, las oaxaqueñas tienen cinco veces más riesgo de morir durante el parto y un doble peligro si son jóvenes que viven en comunidades indígenas.
Lo anterior se debe a la falta de atención oportuna, medicamentos, lejanía de los centros de atención de las comunidades, y la falta de servicios de salud integrales para disminuir los factores que contribuyen a la mortalidad materna (MM), tales como los embarazos tempranos.
Entre 1990 y 2010, el 56 por ciento de las muertes maternas registradas en Oaxaca correspondieron a mujeres indígenas, lo que muestra el rezago social que prevalece en la entidad y que afecta a las más pobres y con menor acceso a los servicios de salud.
PARTERAS, VITAL LABOR
Doña Flora habla con el acento de su lengua indígena y la mesura de sus 64 años de edad. Ella tenía 45 años cuando un sueño le reveló su destino.
“Vino un sueño. Vino alguien. Me dijo que había un lugar vacío, que nadie estaba sentada ahí y que yo tenía que tomar el lugar. Yo le dije que no podía, que no sabía cómo cortar el ombligo. La voz me volvió a insistir: ‘sí porque no hay quien se siente ahí. Es usted’”, relata. Desde ese entonces las manos de Flora han recibido más de cien recién nacidos.
Con el paso de los años ha sido menor el número de partos atendidos porque en algún momento llegó a criminalizarse su labor, refiere Flora, parada frente a la silla de madera, que junto con una cama cubierta por un petate, son los muebles que ayudan en el parto.
En su larga vida como partera, Flora no tiene el registro de ninguna muerte materno-infantil. Ha logrado sacar hasta los casos más difíciles como aquellos “que nacen de taconcito” (de pie).
En el último mes atendió dos partos uno de ellos de manera urgente. “Era media noche y cuando tocó la puerta y gritando, me levanté y fui a ayudar. Al bebé lo recibí ahí en la puerta de la entrada de la casa. Ellos iban a Tamazulapam, pero ya no les alcanzó el tiempo”, explica.
En la mayoría de las localidades indígenas y rurales de Oaxaca, donde la Secretaría de Salud tiene presencia sólo en 750 localidades, ocho de cada diez partos son atendidos por parteras tradicionales. En México, 22 mil parteras atienden anualmente a 370 mil mujeres indígenas.
Aún cuando las parteras cumplen un papel fundamental en las localidades indígenas, en ocasiones las y los médicos incurren en acciones de represalia en contra de las mujeres y sus hijos que no fueron atendidos en hospitales. Hay a quienes se les niegan las vacunas o la atención médica.